A veces uso este hashtag cuando describo una situación protagonizada por niños. Me ayuda a reflejar la similitud que existe entre su sentir y el de los adultos.
Doy por hecho que cuando un adulto actúa como actúa, lo hace sin saber el daño que genera. Es por éso por lo que escribo. Para ayudar a entender.
Puede ser que os sintáis identificados con los ejemplos. Es posible, porque lo que cuento casi siempre es real. La intención no es enjuiciar, sino cambiar el prisma.
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Si evoco situaciones en las que pienso sobre ésto, me viene aquel adulto que hablando de un niño con él delante, afirma “...no, si él no se entera”. O aquella otra que cuando una niña llora por un motivo que a sus ojos es insuficiente, le contesta con “¿qué pasa, eres un bebé?”. O un niño en plena rabieta que recibe un “hasta que no me hables normal, no te voy a contestar”.
Con cualquiera de esos ejemplos podríamos poner en práctica, el “no es tan diferente”. ¿Qué pasaría si dos personas estuvieran hablando de tí, cuchicheando, mirándote...? ¿Qué pensarías? ¿Cómo te sentirías? ¿O que discutiendo con tu pareja, ésta te dijese que no va a continuar hablando contigo hasta que no dejes de llorar? Qué horrible no poder expresarte como necesitas. Qué sensación tan desagradable la de saberte parte de una conversación en la que tú no estás.
Claro que hay diferencias entre el proceder del adulto y del niño. Su forma de comprender y vivir la vida, es muy diferente a la nuestra. Pero el miedo es el miedo, el enfado es el enfado, la alegría es la alegría...Independientemente de quién la sienta. Estas emociones junto a la tristeza, la ira y el asco, son emociones básicas.
Todas se corresponden con una función adaptativa. Es decir, todas ocurren para algo. Imaginad si un niño no tuviera miedo; se pondría en riesgo constantemente. O si no se enfadase, a lo mejor no dispondría de la herramienta necesaria para dar paso a la tristeza. O el asco o el rechazo. Sin ellos aceptaría cualquier situación sin excepción.
Desde el nacimiento, los niños tienen que aprender a utilizar las emociones. Éstas cambian en función de las necesidades del entorno. No es sencillo. Tanto no lo es, que incluso llegada la edad adulta, hay algunas que no sabemos del todo manejar.
Si desacreditamos sus emociones en función de las circunstancias en las que se dan, estaremos creando confusión. ¿Cómo darle fuerza a la idea de que no tiene que aceptar un tocamiento si cuando alguien quiere darle un beso y él no quiere le decimos que tiene que hacerlo? ¿O cómo legitimar la emoción de la tristeza cuando hay una pérdida, si cuando estuvo triste porque perdió su estuche le dijimos que no era para tanto? La emoción es siempre lícita. No se tiene más o menos derecho en función de la edad con la que se experimenta.
Por éso, cuando estés con un niño, intenta sentir lo que él siente. No valores si tiene razón o no para estar reaccionando así. Porque ya te digo yo que sí que la tiene. Sólo piensa y siente qué te gustaría recibir a ti si estuvieras sintiendo lo mismo. #NoEsTanDiferente. De verdad que no lo es.
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